Sandra Bulos |
Obviamente, eso significa que el día en pareja es nulo, salvo que oír roncar a tu contrincante y después recibir un beso de buenos días cuente.
Llegados a este punto, los padres competentes te cuentan con una sonrisa de oreja a oreja que si su niño duerme siempre a la primera, que si duerme del tirón, que si no se levanta hasta las once... No sé, pero a mí me generan desconfianza. No tengo claro si mienten en plan mi hijo mola más, o si son esa clase de personas que siempre te cuentan que todo va bien, aunque acaben de tener una bronca. No les creo.
Después están los que no paran de quejarse. Pobres. Seguramente tenéis razón, pero me gustaría pediros que no convirtáis vuestras ojeras en una competición de padres sufridores. Sois un poco pesados.
Como primer remedio al insomnio y a la guerra de nervios que supone no dormir en meses, un amigo me aconsejó el controvertido Duérmete, niño, de Eduard Estivill y Sylvia de Béjar. Sinceramente, aunque fue durísimo, me sirvió durante una época para dormir a mi hija mayor y para empezar a tener algún ratito del día para mí.
De Duérmete, niño sólo puedo decir dos cosas: ni mi hija se traumatizó, ni yo lo volví a aplicar con mi segunda hija. Por algo será. Creo que es para casos extremos y es cierto que es cruel, pero vivir años con mis hijas metidas en la cama tampoco me parece lo mejor para ellas ni para mí. Lo que sí me quedó claro de la experiencia es que no haré jamás proselitismo del libro. Hay quien te mira con horror, hay quien cree que sois de la misma secta, y hay quien al día siguiente de ponerlo en marcha te cuenta que acabó en urgencias con su bebé después de que éste se lanzara de la cuna de cabeza.
Sólo con leer el título, el libro me conquistó. Qué le vamos a hacer. Una, que es así de simple. |
Por eso me quedo con un libro (sí, un best-seller, lo siento) en formato infantil -para padres- que en realidad es un poco frívolo, pero es un desahogo para esos días en los que te dan ganas de mandarlo todo a la mierda porque no paran de llorar y de dar el coñazo. Es ¡Duérmete ya, joder! (de Adam Mansbach, Reservoir Books, e ilustraciones de Ricardo Cortés), que obviamente no es muy políticamente correcto, y que os invito a juzgar con esta pequeña muestra:
"El viento susurra en los juncos, tesoro.
Hasta los ratoncillos han dejado de roer.
Llevamos aquí ya treinta y ocho minutos,
pero ¿qué te has creído? Que te duermas, joder".
Brillante.